Originalmente El tango de las Amazonas tenía un guión
distinto, que dibujó Massaroli para una editorial norteamericana, y muestra en
su grafismo bastantes elementos de la escuela clásica de aquel país, mientras
que en otros trabajos, como ¡¡Juan Moreira!!, La Milonga de Orquídeo Maidana,
La Vuelta de Obligado y ¡¡Facundo!!, su estilo es más suelto y está
consustanciado con el espíritu de la historieta nacional. En un breve postfacio
acerca de Oenlao apunta: “echó sobre sus hombros sin vacilar la extraña y
difícil misión de transformar un típico guión de acción, abiertamente colonialista,
en un deslumbrante alarde de imaginación, humor y delirio creativo”.
Carlos Scherpa (conocido como Oenlao) es un guionista de
libros de antologías en las que participan varios artistas. Entre ellos figuran
Zona 2011, El facón de Almanegra, Tehuelches, Clones y Laberintos, Legionarios,
Los Perros de Roma y Leyendas del Norte argentino.
En una especie de prólogo, Massaroli se da el gusto debutar
como letrista y concreta un simpático Tango de las Amazonas. Además, en los dos
primeros cuadritos ambos autores emiten un concepto sobre el noveno arte
contemporáneo a través de la conversación que mantiene un auxiliar de abordo
con dos chicas hermosas: “Algunos pseudos intelectuales de la historieta
armaron un complot en contra de la historieta popular”.
Las dos dulces mujeres (se llaman Mireya y La Yumba) que
viajan en ese avión se convierten, al arribar a la selva artificial del punto
tripartito, en feroces brujas que cantan tangos, a quienes los lugareños
confunden con dos espíritus haitianos: Erzili y Anaisa. Hay toda una corriente
de satanismo que nutre las mentes malignas de unos mercenarios que operan en la
zona. Como informa un personaje: “El tráfico de esclavos hacia América produjo
un sincretismo entre las mitologías africanas y las creencias cristianas, más
las religiones nativas”. Muchas escenas de acción –resueltas con calidad por
parte del dibujante- terminan de encauzar esta novela gráfica hacia una
aventura lunática, que adhiere a un nonsense de humor alocado.
Oenlao plantea un montaje paralelo, que se desarrolla
siguiendo las peripecias de Mireya y de La Yumba y, a la vez, a los múltiples
sucesos bélicos que ocurren en la selva del punto tripartito. Para su
formulación recurre a numerosos textos explicativos que equilibra con viñetas
mudas.
Massaroli desarrolla una magnífica exposición de planos que
demuestra todo su oficio. Son restallantes los contrastes entre blancos y
negros, que obedecen al entintado profesional e impecable del Estudio Géminis.
También debe destacarse el diseño y color de la portada de Gustavo Lucero.
Para terminar esta nota nada más apropiado que acudir a las
palabras autorizadas de Ariel Avilez, que en el prólogo dice: “¿Sabías que al
momento de comprar este libro te ibas encontrar con uno de los más evidentes
ejemplos de la famosa magia de la historieta?”
Germán Cáceres
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