miércoles, 29 de diciembre de 2021

German Caceres , teuhuelche

 Historietas de aventuras y mitología

de Oenlao
(La Duendes, Comodoro Rivadavia, 2013, 90 páginas)


Como ya es habitual en su obra, Oenlao compone varios guiones para distintos dibujantes, con una zigzagueante línea argumental que los enhebra como si se tratara de una novela gráfica. Es una experiencia única, porque los diferentes estilos de los artistas permiten leer las historietas como episodios autoconclusivos e independientes, y otorgan al conjunto una fruición incanjeable. Oenlao es responsable de todos los textos, salvo el de Devorados que pertenece a Ernesto Parrilla. El investigador Ariel Avilez resume con idoneidad en la contratapa el espíritu del libro: “Con pasión, el guionista y sus excelentes dibujantes se sumergen en la rica historia y mitología de este pueblo patagónico y traen para nosotros las mejores perlas que pudieron encontrar”. En el mismo sentido es orientador y lúcido el prólogo de Alejandro Aguado sobre el origen y la cultura de los tehuelches. Son excelentes las ilustraciones de la tapa (Kiro y Peñalba) y contratapa (Daniel Mendoza).

Se puede decir que Oenlao apela a la imagen para narrar y los dibujantes aportan el grafismo adecuado, en el cual se encuentran viñetas de página entera, cuadros mudos, elipsis, estilizaciones, escenas de acción, monstruos impensables y laboriosos trabajos a pluma: en suma, todas las variedades del lenguaje historietístico. Muy buena la labor del citado Mendoza en Equilibrio, con blancos y negros fuertemente contrastados, y sugestiva y audaz la figuración de Román Mina en El vuelo con Elal.

Más que aventuras estas historietas se proponen difundir la mitología tehuelche. Hay notas de Oenlao, con ilustraciones, que proporcionan datos valiosos sobre las leyendas de la Patagonia.

Este notable libro se completa con una jugosa y relevante bibliografía.

Quien desee internarse en el inagotable y magnífico universo tehuelche, aquí tiene la oportunidad de hacerlo y, a la vez, de disfrutar de buenas historietas.

Germán Cáceres

jueves, 9 de diciembre de 2021

sábado, 28 de agosto de 2021

guion de manga maldito


 tengo un guion de un manga maldito con chicas futbolistas dando vueltas por mi cabeza

viernes, 30 de julio de 2021

viernes, 30 de abril de 2021

martes, 16 de marzo de 2021

viernes, 22 de enero de 2021

pagina 12 rosario Viernes, 16 de enero de 2015

 

Lápices conquistadores

Con un plantel de dibujantes rosarinos que congeniaron a partir del guionista Carlos Scherpa, el libro construye una historia sórdida durante los días de Julio César. Lo editaron en Chubut y se consigue en librerías de cómics.

 Por Leandro Arteaga

Es Kiro, integrante insigne de esta cohorte de historietistas, quien articula en su prólogo la analogía: "Haciendo una similitud con las legiones romanas, (a los dibujantes rosarinos) nos une el mismo sentido de lealtad y respeto". La comparación es traducción de la evidencia gráfica, de los registros estéticos múltiples, que expone Legionarios: Los perros de Roma (La Duendes).

El guión es de Oenlao (Carlos Scherpa) y expone su habilidad característica: replicar en tantos dibujantes como pueda, tal como lo hiciera en libros como Tehuelches: historietas de aventuras y mitología y Zona 2011, editados también por La Duendes, sello oriundo de Chubut y propiedad de Alejandro Aguado.

La noticia de Legionarios implica de manera local porque la mayoría de los dibujantes son rosarinos, tienen su trayectoria, y congeniaron de manera organizada a partir del guionista. Ellos son: Kiro, Fernando Kern, Guillermo Villarreal, Joel Saavedra, Pablo De Bonis, Juan Carlos Vásquez, Néstor Cóceres, Damián Peñalba, Felipe Avila, y la participación especial de Edu Molina (Animal Urbano, El Sombra) en un unitario breve que es síntesis del ánimo bélico y brusco y oscuro que destilan las 80 páginas.

Es decir, Legionarios ofrece una historia que ramifica en lápices varios a la vez que mantienen una misma estructura: Tulius y Marcus, amigos legionarios, responden a las órdenes del César, emprenden misiones, cuestionan la lógica del poder, y guardan una amistad que contiene un secreto. Allí, claro, habrá mujeres cuya identidad develar, mientras una de ellas acompaña el fragor de las batallas como imagen hipnótica, con una cicatriz que es espejo en el rostro mismo de Tulius. Tan hondo calan tales heridas.

De esta manera, la habilidad gráfica es también muestra de los muchos talentos que dan vueltas por la ciudad. Se nota, por un lado, la afinidad con la temática de algunos, la predilección por lo que se dibuja. Es el caso de Kiro, quien perfila cada rostro como un mapa de broncas que se heredan, con atuendos que brillan en la batalla, con sangre de tinta negra, bien espesa. Es él quien presenta a los personajes principales, al escenario y su clima ominoso. De Bonis y Vásquez, respectivamente, se encargan de delinear la aventura en sendos episodios. Laberintos, trampas y una elegida de los dioses a la que custodiar. En el primero de los casos, a partir de un blanco y negro en contraste, con una puesta en página de angulaciones variadas; en el segundo, desde una utilización del claroscuro que hace convivir matices digitales con los personajes de físicos esculpidos.

Villareal aporta un clima de historieta cercano al cartoon: un cruce romano con aires de Bruce Timm, de relato impecable. La continuidad que propicia Saavedra es más minimalista, en donde hace depender del predominio del negro o del blanco la situación dramática. A Cóceres le toca desanudar el ovillo, narrar la historia dentro de la historia, antes de que la batalla más grande tenga lugar; ya que se trata, ni más ni menos, que de la Guerra de las Galias.

El epílogo es doble y tiene participación en guión de los locales Ernesto Parrilla y Gastón Flores. El primero con dibujos de Avila, quien da cuerpo, como si de grabados se tratase, a los últimos días en la vida del César; el segundo, con arte de Kern (y grises de Peñalba), en una conclusión magnífica, que evidencia el hacer del gran dibujante, capaz de escapar al límite de las viñetas para trazar en la misma página y simultáneamente las acciones, que el mismo orden de lectura ordena. La prosa de Flores dice mientras el dibujo completa con otros sentidos. Un gran trabajo.

Dado el tema, no será menor recordar que dos historietas de dos de los grandes dibujantes de esta ciudad, hicieron pie en Roma. Uno de ellos fue Julio César (1983), escrita por Ricardo Ferrari para los lápices de Eduardo Risso en editorial Columba. La otra es la actual serie que Marcelo Frusin desarrolla en el sello francés Dargaud: L'expédition, de la que ya lleva dos álbumes (de cuatro) publicados.